En este país necesitas un hombre”, resume Vega Gutiérrez, una de las ingenieras españolas que trabaja en la construcción del metro de Riad.
“Este país” es Arabia Saudí, donde las mujeres tienen prohibido
conducir, no pueden estudiar, viajar o someterse a una intervención
médica sin el permiso del varón que tenga su tutela, y deben ocultar sus
cuerpos bajo unas túnicas negras llamadas abayas.
![](http://images.huffingtonpost.com/2014-10-09-SAUDIDRIVE2.jpg)
“El conductor se ha convertido en mi sombra”, señala por su parte Berta
Tapia, jefa del departamento de Topografía de la misma línea, cuyo
marido e hijos se han quedado en Barcelona. “Pero no sólo es un problema
de movilidad, si no tienes marido no puedes socializar con otros
hombres o compañeros”, añade.
Las dificultades son a veces sutiles y, para mujeres acostumbradas a
liderar equipos, resultan difíciles de encajar. Cuentan que a los
compañeros saudíes les cuesta dirigirse a ellas y, cuando lo hacen, no
les miran a la cara. “No tienen costumbre porque entre ellos [mujeres y
hombres] no hablan, pero poco a poco se están habituando. También tú
aprendes a no dar la mano a no ser que ellos te la ofrezcan primero”,
apunta Almudena Álvarez, ingeniera de Caminos que dirige el departamento
de diseño. “En su mentalidad no existimos, están aprendiendo”, añade.
Supera lo anecdótico. También afecta a la organización del trabajo.
“No tienes la libertad que en otros países para convocar una reunión,
pero son temas que se pueden salvar, haciéndolo a través de un
compañero, por ejemplo”, reconoce Gutiérrez. “Hay que venir con una
actitud diferente; eso mismo que en Madrid sería el fin del mundo, aquí
soy consciente de donde estoy”.
Tampoco les pilló de sorpresa. Sabían que venían al país más conservador y misógino de Oriente Próximo. Intuían que las condiciones serían difíciles, pero pesó la oportunidad profesional. “Es un proyecto muy ambicioso, y en España en estos momentos no hay mucha obra civil”, coinciden.
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